Conoce las pautas de conducta que pueden “alertarte” ante un posible TEA

Presentar dificultades en el modo de comunicarse, ya sea o no con el lenguaje verbal, y en la forma de interrelacionar tanto con sus iguales como con sus figuras de apego y resto de adultos son algunas señales que pueden hacer levantar la voz de alarma. Es necesario prestarles atención, puesto que pueden anticipar que el niño o niña presente alguna dificultad en su desarrollo o incluso anunciar un incipiente trastorno del espectro autista.

Los padres y madres, así como los educadores y personal sanitario que se relacionan con el niño/a en sus primeros años de vida deben estar atentos a estos aspectos. Es imprescindible que se muestren vigilantes ante estas señales, aunque a menudo quedan camufladas ante las creencias generalizadas de que cada niño/a “lleva su propio ritmo”. Si bien es cierto que un menor dispone de una gran franja de meses para aprender a desarrollar algunas actividades físicas o cognitivas como pueden ser aprender a hablar o a caminar; no es menos cierto que una ralentización en la adquisición de estos hitos puede estar anunciando un trastorno del neurodesarrollo.

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Ante la duda es preferible acudir a un especialista que valore al menor y aconseje, de ser necesarias, una serie de pautas para motivar su desarrollo. Además de la comunicación y el comportamiento, existen una serie de aspectos de su conducta que nos permiten enfocarnos en el niño/a y analizar su desarrollo.

Rigidez y repeticiones

La rigidez en la conducta, niños/as a los que se les acusa coloquialmente de ser muy “cuadriculados” o “cabezotas” en su comportamiento, puede ser un primer elemento que nos invite a la necesidad de discernir entre una cabezonería habitual de un niño de dos o tres años a un verdadero problema conductual que es preciso abordar.

Junto a la rigidez, otro patrón de conducta que puede alertarnos es la repetición de comportamientos. Los menores con TEA o con algún tipo de conflicto en el desarrollo tienden a repetir patrones, e incluso a convertir en estereotipos una conducta concreta.

A estos dos patrones se le suma algunos aspectos más relacionados con la cotidianidad y las rutinas. Es decir, detectar alteraciones específicos de sueño o de alimentación pueden ser también elementos claves que escondan la posibilidad de un trastorno del desarrollo.

Detección precoz

Algunas familias acuden a las consultas de diagnóstico preocupadas porque sus hijos/as tienen “berrinches que no se calman con nada” o porque cuando los llaman o les dan instrucciones sencillas sobre comportamiento o en relación a actividades simples y cotidianas como jugar, sus hijos/as parecen “no hacerles caso” o “no entenderlos”. En la mayoría de las ocasiones, estas señales de la vida cotidiana simplemente representan una crisis o un momento común sin importancia en el desarrollo del infante, pero en otras ocasiones -y es por ello la necesidad de estar alerta- pueden esconder un conflicto mayor.

La importancia de la detección precoz reside en que un trastorno del desarrollo o un trastorno del espectro autista puede ser tratado para, con las adecuadas terapias, conseguir unos importantes avances. Un niño/a con autismo si es correctamente estimulado puede conseguir importantes avances, y cuánto más pronto se inicie esa estimulación, más fácil es esa modificación de conducta. Un ejemplo sencillo y práctico es el momento de asimilar reglas: un niño/a con problemas conductuales para utilizar las reglas sociales puede conseguir aprenderlas e integrarlas. Realizar actividades de estimulación temprana en ese sentido puede producir un sustancial avance.

Aislamiento

Detectar en el menor cierta motivación a aislarse puede ser otro aspecto a estudiar. Niños y niñas que se ‘autoaislan’ evidenciando uno de los aspectos primarios que abordábamos en esta relación de “patrones de conducta” alertantes: el autoaislamiento puede mostrar de manera implícita ese problema de comunicación y relación con los demás.

– No están o parecen estar poco interesados en interactuar con otras personas.
– Tratan de hacer y obtener lo que necesitan por su cuenta.
– No se comunican o se comunican muy poco intencionalmente.
– Suelen llorar o gritar para protestar, o reír cuando algo les agrada.
– No cuentan aún con lenguaje oral para expresarse.
– No suelen utilizar gestos para compensar su falta de lenguaje, ni los comprenden bien si otra persona los realiza.

Esta enumeración, recogida en el manual ‘Trastornos del espectro autista (Estrategia para padres)’, de la entidad Brincar por un autismo feliz, ejemplifica algunos de estos casos.

Todas estas conductas y patrones son el punto de partido para un estudio del menor. Ante ellas, podemos actuar de modos muy diversos, pero lo fundamental es acercarnos al menor con paciencia, amor y con, precisamente, mucha observación. Es decir, nunca podemos responder con agresividad sino con calma si lo que queremos es conseguir resultados y no generar un trauma y una ruptura de la relación de apego seguro con el niño o niña.

Nuestra reacción no deja de ser un espejo en la que se va a ver reflejado. Si actuamos con ira puede provocar un choque que limite aún más el comportamiento y la evolución del desarrollo del niño/a. Una buena estrategia en estas ocasiones, ante conductas muy rígidas, puede ser distraer y redirigir su atención hacia otro aspecto. Aportar seguridad, mostrar sensibilidad o incluso enseñarle técnicas de relajación pueden ser algunas pautas que ayuden al menor, aunque dependen y deben adaptarse a la edad del niño/a.

Los bebés y niños/as pequeños no son, como suele decirse, «caprichosos»; sino que a menudo no saben poner palabras a lo que quieren; incluso cuando ya tienen adquirida la capacidad del lenguaje verbal. Por eso, enseñarles desde pequeños/as a, por ejemplo, pedir ayuda o a identificar sus emociones, puede ayudarlos en su desarrollo. Es igualmente un trabajo que se comienza desde la más temprana edad.

Un especialista en la conducta podrá saber apreciar con un diagnóstico si el niño/a tiene una evolución favorable o está presentando pautas que le lleven a ser susceptible a tener TEA u otro trastorno del neurodesarrollo. Pero además del diagnóstico, lo más importante es que ofrecerá a los padres, madres y educadores un amplio abanico de herramientas que les enseñen cómo actuar para facilitar el óptimo desarrollo de este menor.

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Alteraciones del sueño en el Autismo

El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo con una importante repercusión a nivel cognitivo y comportamental que interfiere en múltiples áreas del funcionamiento de las personas. Entre los trastornos co-ocurrentes que repercuten de forma notable en el bienestar tanto del niño como de su familia se encuentran las alteraciones en el patrón de sueño.  Estas alteraciones tienen una prevalencia muy elevada en los niños con TEA (Díez-Román et al., 2018) y las causas son todavía desconocidas. En los últimos años han surgido diferentes hipótesis, entre las que se encuentran una predisposición genética, la hipersensibilidad estimular y una producción inadecuada de la melatonina, la hormona encargada de regular los ciclos de sueño. Estas hipótesis requieren de mayor estudio y una confirmación basada en datos procedentes de investigaciones científicas.

Debido al desconocimiento del origen exacto de estas alteraciones en el sueño, es muy difícil afirmar con precisión qué tratamiento es el más eficaz. Las intervenciones más utilizadas son aquellas basadas en técnicas de relajación, la realización de ejercicio físico intenso, el control de la dieta, y los enfoques basados en la modificación de conducta y el control ambiental. Este último enfoque parece ser el que mejores resultados aporta, si bien se necesita mucho tiempo, paciencia y constancia para llevarlo a cabo.

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Entre las alteraciones más frecuentes destacan la dependencia de los padres para conciliar el sueño, presencia de rabietas o enfados cuando se les lleva a la cama o se despiertan por la noche, dificultad para conciliar el sueño, levantarse constantemente de la cama para buscar la atención de los padres, insistencia en dormir en la cama de sus padres y tendencia a despertarse excesivamente temprano. Estas alteraciones no sólo dificultan el correcto descanso y el bienestar emocional del niño que las sufre (suele aumentar la probabilidad y frecuencia de las rabietas y los problemas de conducta, junto con la aparición de mayor irritabilidad), sino que también afectan al bienestar y el nivel de estrés familiar.

Siempre que exista un trastorno del sueño es fundamental realizar un registro diario durante algunas semanas que incluya los siguientes aspectos: alimentos y bebidas que consume el niño durante la cena, actividades realizadas una hora antes de irse a la cama, hora a la que se ha llevado al niño a dormir, conducta y reacciones en ese momento, respuesta de los padres al comportamiento del niño, número de veces que se ha despertado durante la noche, si ha dormido con sus padres, hora a la que se ha despertado al día siguiente, si hay tiempos de siesta durante el día, y número total de horas de sueño.  Este registro permitirá no sólo identificar si hay alguna causa específica o factor externo condicionante que justifique las dificultades de sueño, sino también comprobar si el tratamiento puesto en marcha es efectivo.

A continuación, se describen algunas consideraciones generales que pueden resultar útiles a las familias:

  • Establecer y mantener de manera sistemática hábitos adecuados de sueño. La prevención es clave, por lo que se deben crear hábitos adecuados desde los primeros años de vida. Cambiar costumbres y rutinas una vez están establecidas es mucho más complicado.
  • Suprimir las siestas durante el día a partir de los 3-4 años de edad. Este criterio puede variar en función de las necesidades de cada niño, pero en general esa es la edad recomendada por los profesionales. Debemos garantizar que el niño llega cansado a la cama.
  • Crear una rutina corta y sencilla. A los niños en general, y especialmente a los niños con TEA, las rutinas les ayudan a sentirse seguros, anticipar lo que va a ocurrir y lo que se espera de ellos en cada momento. Por ello, se debe crear una rutina sencilla de 4-5 actividades que se lleve a cabo de manera sistemática y regular todas las noches como paso previo a irse a la cama. Una rutina adecuada podría ser: lavarse los dientes, leer un cuento en la cama, apagar la luz, dormir. Se recomienda mostrar de forma visual la rutina establecida utilizando apoyos visuales sencillos, como los pictogramas.
  • Evitar actividades muy estimulantes en las dos horas previas a acostarse. En su lugar se recomiendan actividades tranquilas y relajantes como darse un baño caliente, escuchar música tranquila o recibir un masaje.
  • Adaptar las condiciones estimulares a las características del niño. Los niños con TEA pueden presentar hipersensibilidad a determinadas modalidades sensoriales y sentirse sobrecargados ante algunos estímulos como la luz, los sonidos o el tacto. Es importante conocer el perfil sensorial del niño y adaptar el entorno en consecuencia (evitar roces de etiquetas, gomas de pijama demasiado apretadas, luces que entran desde el pasillo, ruidos…etc)
  • Establecer una asociación clara y firme entre la cama y la conducta de dormir. Es habitual que los niños utilicen la cama como lugar de juego y diversión, y una vez establecida la contingencia entre la cama y el juego puede resultar difícil de romper. Para romper esa relación y crear el hábito de utilizar la cama sólo para dormir es necesario reconducir el juego cuando se produzca (verbalmente y con apoyo visual) hacia un lugar más apropiado.
  • Retrasar el tiempo de irse a dormir para asegurar que el niño llega cansado a la cama. Principalmente durante las primeras fases de la intervención, puede llegar a ser necesario retrasar el tiempo de irse a la cama para asegurar el cansancio y poco a poco volver a ajustarlo según las necesidades del niño.
  • Elegir cuidadosamente el momento más adecuado para comenzar la intervención. Generalmente las primeras semanas suelen ser complicadas, y puede aumentar la intensidad y duración de los llantos y las rabietas, alterando el descanso del niño y sus padres. Por ello, es importante planificar el inicio para un momento en el que no haya grandes acontecimientos a nivel familiar. Las vacaciones y fines de semana son los mejores momentos para abordar estas dificultades.

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Referencias bibliográficas:

  • Equipo DELETREA. Martos Pérez, J., Llorente Comí, M., González Navarro, A., Ayuda Pascual, R., y Freire, S. (2016). Los niños pequeños con Autismo: soluciones prácticas para problemas cotidianos. Madrid: Editorial CEPE
  • Díaz-Román, A., Zhang, J., Delorme, R., Beggiato, A. y Cortese, S. (2018). Sleep in youth with autism spectrum disorders: systematic review and meta-analysis of subjective and objective studies. Evidence Based Mental Health, 21(4), 146-154

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