ORGANIZACIÓN DE UN RINCON TEACCH PASO A PASO

ORGANIZACIÓN DE UN RINCON TEACCH PASO A PASO

En los últimos años, educadores de todo el mundo hemos llegado al convencimiento de que la idea de un aula compuesta por alumnos con características más o menos homogéneas, es un proyecto irrealizable además de no contribuir en absoluto a alcanzar los fines educativos de aprendizaje y desarrollo. De hecho, muchos problemas de aprendizaje responden a esta arcaica imposición de un sistema igual para todos, sin tener en cuenta las diferencias individuales.

Por fortuna, la actual política educativa apuesta por la inclusión escolar, algo que ha generado un considerable aumento de alumnos con diversas necesidades educativas en las aulas ordinarias, entre las cuales encontramos el TEA. Esto suscita una nueva realidad. Una realidad que, como todo cambio, provoca un cataclismo y se percibe como un reto entre muchos profesionales de la educación.

En esta nueva realidad, la necesidad de flexibilidad se impone más que nunca. Flexibilidad de horarios, de espacios, de agrupamientos, en definitiva, de mentes. Y en consonancia, las metodologías han de ajustarse a esta nueva situación.

La metodología TEACCH, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones, ha demostrado ajustarse a esta necesidad en diversos espacios, aulas y centros, ya sean estos ordinarios o específicos. Y esto se debe, en buena parte, a que una de sus principales características es precisamente la gran flexibilidad que brinda.

Bajo esta metodología puede configurarse prácticamente cualquier espacio, desde un rincón concreto de un aula, a un centro entero. En esta ocasión queremos ejemplificar, de forma concreta, la forma de configurar un rincón TEACCH que podría ubicarse tanto en un aula ordinaria como especifica.

Nuestro rincón no necesita más que una estantería como mobiliario, pudiéndose incorporar un pupitre opcionalmente. Además contendrá los siguientes elementos materiales:

Comunicador de aula: crearemos una libreta de anillas para comunicarnos. En cada página se incluyen pictogramas o fotografías referentes a una misma temática, de modo que los conceptos quedan ordenados (por ejemplo, una página para emociones, otra para necesidades como frio, hambre, sed…etc). Este comunicador se cuelga en algún lugar del rincón, de modo que quede a la vista. La libreta comunicadora irá ampliándose a medida que trabajamos conceptos.

Cronograma diario: consiste en una secuencia temporal con la cadena de actividades diaria, rutinas etc, Podrá ser más o menos compleja o global, o más pormenorizada dependiendo del nivel de desarrollo de nuestros alumnos. La crearemos a partir de cartulina plastificada, pictogramas y velcro.

Secuencia de la tarea: consiste en un tablero de pictogramas dedicado a la secuencia de tareas que vamos a realizar. Esta secuencia cambiará según necesitemos.

Sistema de bandejas: Acompañando la secuencia de tareas, dispondremos dos bandejas, cajas o cestas, cada una con un pictograma de “empezar” y “acabar”. En la primera se colocan los materiales necesarios para la tarea a realizar, y en la segunda el niño podrá dejar la tarea ya realizada. Podemos trabajar de arriba a abajo y/o de izquierda a derecha, como cuando leemos. La idea es que estén suficientemente separadas. En el caso de utilizar pupitre, puede ser una buena idea colocar cada bandeja a un lado de la mesa.

La forma de trabajo básicamente consiste en, antes de comenzar una tarea, repasar con el niño la secuencia de la tarea a realizar. El niño tomará del cronograma el primer pictograma de la tarea a realizar y lo pegará en la primera bandeja de “empezar”, entonces realiza la actividad, y una vez acabe pasa el pictograma a la bandeja de “terminar”, así sucesivamente hasta terminar la secuencia programada.

Esta secuencia que presentamos es solo una pauta, y puede y debe modificarse de infinitas maneras, en función de nuestros alumnos y sus preferencias a la hora de trabajar y aprender. Por ejemplo, puede dejar la tarea acabada en la bandeja “terminar”, o entregarla al profesor/a. Puede trabajar en este mismo rincón, o regresar a su mesa habitual.

Como vemos, es un espacio altamente funcional y que el alumno TEA podrá utilizar tanto para comunicarse como para trabajar en el aula, generando de esta forma mayor confianza y estructura en su rutina diaria, y alcanzando mayores niveles de eficiencia en su trabajo. De esta forma, contribuiremos a su desarrollo y a su aprendizaje.

En el siguiente enlace encontramos material ya listo para imprimir y utilizar.
Los pictogramas necesarios los podemos encontrar en el Portal Aragonés de la Comunicación Aumentativa y Alternativa, además encontramos materiales y software que nos facilitan enormemente el trabajo.

Fuentes:
Mesibov, G. & Howley, M. (2010). El acceso al Currículo para alumnos con Trastornos del Espectro del Autismo: Uso del Programa TEACCH para favorecer la inclusión. Ávila: Autismo Ávila.

Reeve, C. y Kabot, S. (2012). Building Independence: How to Create and Use Structured Work Systems. Kansas: APC Publishing.
https://teacch.com/

https://www.fundacionquerer.org

Imágenes tomadas de http://recursosdeaudicionylenguaje.blogspot.com

AUTISMO Y ESQUIZOFRENIA: EL DIAGNOSTICO DIFERENCIAL

AUTISMO Y ESQUIZOFRENIA: EL DIAGNOSTICO DIFERENCIAL

Donna Williams Donna Williams nació en Melbourne en 1963. Fue catalogada como psicótica a la edad de 2 años, y no fue hasta los 26 cuando logró un diagnóstico correcto de autismo. Hoy, Donna Williams es escritora, artista, cantautora y guionista. Su error diagnóstico como psicótica es consecuencia de la confusión entre autismo y psicosis a la que autores como Hans Asperger contribuyó con su término “psicopatía autista” y que hoy día aún a veces persiste.

Pero, ¿dónde reside concretamente la similitud entre estos dos trastornos? Intentaremos en este artículo comprender las razones de la frecuente confusión a lo largo de la historia, y veremos que los puntos en común son a la vez los que los distinguen.

Los síntomas característicos de la esquizofrenia incluyen un amplio abanico de disfunciones cognitivas y emocionales: percepción, pensamiento inferencial, lenguaje y comunicación, comportamiento, afectividad, capacidad hedónica, voluntad, motivación y atención. Esta amplitud hace que a veces se solape con los síntomas del autismo, que a su vez son también amplios y variados. Pero veamos ejemplos concretos.

En primer lugar, el contenido más frecuente de los delirios esquizofrénicos son las ideas persecutorias: la persona se considera molestada, seguida, engañada. Las personas con autismo, por su parte, pueden mostrar una actitud de desconfianza o un pobre juicio social que puede confundirse con ‘paranoia’, pero que, en realidad, son consecuencia de sus déficits en el procesamiento de la información, que provocan alteraciones en la percepción del mundo social. Si no somos capaces de tener en cuenta y aceptar que los demás no piensan siempre como nosotros, es lógico que aparezca el recelo, y la frustración de no sentirse comprendidos puede evocar pensamientos e ideas fácilmente confundibles con las ideas.

Un segundo punto son las alucinaciones. En la esquizofrenia suele haber voces que comentan el comportamiento de la persona. La persona con autismo a veces puede hablar sola o repetir escenas que ha visto, y esto puede interpretarse como delirios o alucinaciones sin serlo. Cuando el niño con TEA adopta una personalidad imaginaria es consciente de que está ‘jugando’, en cambio, durante la despersonalización en la esquizofrenia, la persona cree ser quien realmente no es.

La literalidad del pensamiento autista puede llevar también a malentendidos. Si preguntamos a una persona con autismo si oye voces, nos responderá, de manera literal que sí es capaz de oír voces, sin comprender que nos referimos a voces que los demás no escuchan.

El lenguaje esquizofrénico se caracteriza porque saltan de un tema a otro, juntan palabras semántica o fonológicamente similares, hacen afirmaciones ilógicas, etc. En el autismo, las conversaciones centradas en un tema de interés obsesivo pueden percibirse como incoherentes y desorganizadas, pero son incoherentes respecto al tema de su interlocutor.

La alteración de las habilidades sociocomunicativas en el autismo es primaria y criterio diagnóstico obligado; en cambio, en la esquizofrenia, se deriva de la psicosis.

Otro punto de solapamiento es el comportamiento inusual. Las personas con autismo, cuando se sienten fuertemente estresadas, pueden mostrar comportamientos comunes a la psicosis, como acciones destructivas, gritos, autolesiones…

El aplanamiento afectivo es muy frecuente en la esquizofrenia y se manifiesta como inmovilidad e inexpresión facial, contacto visual pobre, y disminución del lenguaje corporal. En cambio, la falta de expresión emocional en el autismo puede responder más bien a su dificultad en el lenguaje no verbal, su falta de motivación social e iniciativa. De hecho, no podemos hablar de disminución sino de alteración del lenguaje corporal.

Equivocadamente, algunos niños con signos negativos (catatonia) de la esquizofrenia, pero que aún no han desarrollado alucinaciones o pensamiento desorganizado, pueden recibir el diagnóstico de TEA (Ross, 2014) aunque un poco forzado dado que en ellos no se observarán patrones restrictivos de conducta o alteraciones sensoriales que si pueden observarse en los niños con TEA.

La edad de inicio es un punto de diferenciación importante. En el TEA, el deterioro del funcionamiento del niño suele aparecer entre los 18 y los 24 meses. El comienzo de la esquizofrenia, en cambio, ocurre típicamente entre la adolescencia y la edad adulta temprana.

Como vemos, el solapamiento sintomático es importante. De hecho, existen bases neurobiológicas (Crespi, 2010):
– Varios genes presentan alteraciones que asocian autismo y esquizofrenia: 1q21.1, 15q13.3, 16p11.2, 16p13.1, 17p12, 2q11.21 y 22q13.3 entre otros .
– Los familiares biológicos de primer grado de niños con autismo presentan un riesgo de padecer esquizofrenia y trastorno bipolar significativamente superior al de la población general.
– La manifestación de esquizofrenia en padres aumenta de una manera significativa el riesgo de que un hijo padezca autismo.

En definitiva, aunque en ocasiones el diagnóstico diferencial entre ambos espectros no es sencillo, sí que resulta esencial de cara a su tratamiento. De ahí que resulte clave la necesidad de una formación específica en el TEA por parte de los clínicos tanto en trastornos mentales tradicionales como en trastornos del neurodesarrollo.

Bibliografía

Paula-Pérez I (2012) Diagnóstico diferencial entre el espectro autista y el espectro esquizofrénico. Rev Neurol 2012; 54 (Supl 1): S51-62.
Baron-Cohen S (2007). La gran diferencia. Barcelona: Amat.
Hollis C, Rapoport J. (2008) Child and adolescent schizophrenia. In Weinberger D, Harrison P, eds. Schizophrenia. London: Blackwell.
Rivière A. (1997). Tratamiento y definición del espectro autista II: anticipación; flexibilidad y capacidades simbólicas. In Rivière A, Martos J, eds. El tratamiento del autismo. Nuevas perspectivas. Madrid: Apna-Imserso; p. 107-60.
Crespi, P and cols (2010). Comparative genomics of autism and schizophrenia. PNAS January 26, 2010 107 (suppl 1) 1736-1741

INCLUSIÓN DEL ALUMNADO TEA EN EL AULA ORDINARIA: OBSTACULOS Y RETOS

Actualmente, la incorporación de los niños con autismo en los centros ordinarios es una realidad que viene acompañada en muchas ocasiones de cierta angustia ante la dificultad que plantea intervenir correctamente dentro de un sistema educativo que es homogéneo y poco (o nada) individualizado.

La inclusión en el centro ordinario del alumnado TEA se realiza bien en aulas de integración, bien en el aula ordinaria, siendo esta ultima la opción más deseable: una inclusión escolar real y de calidad. Sin embargo, la situación actual, con los apoyos actuales, supone un reto al profesorado de estas aulas.
En este sentido, Zenteno y Leal (2016) realizaron un estudio para evidenciar cómo se sienten los profesores al tener un alumno TEA en su aula. De su estudio detectaron las siguientes emociones de forma frecuente:
– Incertidumbre asociada al desconocimiento sobre el TEA. Esta emoción a algunos les sirve de motivación para formarse sobre el TEA y a otros les paraliza.
– Frustración y rabia, por la percepción de fracaso en la aplicación de técnicas de enseñanza, por la percepción de despreocupación e irresponsabilidad del alumno y por la percepción de negligencias parentales.
– Tristeza, ante la realidad que vivencia la familia del alumno con TEA, y la distancia profesor- alumno.
– Alegría, asociada a la percepción de esfuerzo, de avances y logros en sus alumnos con TEA, que pueden estar relacionados con aprendizajes escolares y con habilidades personales. Esta emoción compensa todos los momentos negativos.

Es evidente que recibir un alumno TEA supone frecuentemente un verdadero “cataclismo” para el profesorado de educación primaria, que puede dar paso a una mejora global en la intervención educativa de todos los alumnos. Sin embargo, para que tal experiencia educativa llegue a los resultados esperados, son necesarios unos requisitos.

En primer lugar, el modelo inclusivo que perseguimos es el correcto, pero debe disponer de los medios adecuados. Es necesario tener muy en cuenta que las consecuencias de un mal modelo de inclusión son devastadoras. Un sistema mal implementado roba al niño sus oportunidades y la atención que necesita. El niño no mostrará la evolución esperada, y al llegar a la educación secundaria, con mucha probabilidad le derivaran a un Centro Específico.
Los recursos son especialmente necesarios en la etapa de educación infantil, pues si dedicamos la atención necesaria en esos momentos, la evolución del niño mejorará exponencialmente, por tanto, la necesidad de recursos irá disminuyendo.

En segundo lugar, ante el ingreso de alumnado TEA, el centro debe llevar a cabo actuaciones y oportunidades de formación y sensibilización tanto del equipo docente como del resto de alumnado. Con ello se consigue minimizar las formas de actuación incorrectas, favorecer la integración del alumno TEA, y educar en tolerancia y respeto a la diversidad de realidades que nos rodean. Tal como apunta Manuel Ojea, Doctor en Psicología y Catedrático de Orientación Educativa en la Universidad de Vigo, encontramos que muchas veces la formación está limitada al profesorado especialista, pero si lo que hablamos es de integración incluida en el curriculum, tenemos que tener en cuenta que esto hace referencia también a la formación del profesorado de área, de materia y de tutores.
En tercer lugar, el centro deberá realizar las modificaciones pertinentes en la acogida a este tipo de alumnado, a fin de transformar los espacios y tiempos en una secuencia ordenada y predecible que disminuya la ansiedad, frustración, hostilidad, negativismos y confusión en este alumnado. El entorno ha de ser ordenado y poco cambiante, sin demasiada información irrelevante o que les pueda distraer. (Velasco, 2007). La metodología TEACCH, basada en una alta estructuración, es en este sentido una excelente opción para modificar no solo el aula, sino también las zonas comunes del centro.

Por último, es necesario mencionar la necesidad de que el centro se abra a colaboraciones con familia y asociaciones. La escuela por sí sola no puede abordar una educación plena e inclusiva, toda la comunidad debe participar en el proceso. Las familias de niños con TEA se enfrentan a una falta de información sobre este el trastorno y un desconocimiento de las posibilidades, programas y ayudas que existen para entender y comprender la realidad de sus hijos. La escuela, en este sentido, puede y debe ser nexo de unión entre familia y asociaciones, y cooperar en el alcance de una misma meta.

Según Crespo (2001) las investigaciones sobre los efectos de la integración en el desarrollo de los niños con autismo presentan indicadores esperanzadores. Los niños integrados:
• Establecen relaciones que les brindan oportunidades de adquirir habilidades sociales y comunicativas.
• Están constantemente expuestos a modelos de iguales que les proporcionan vías para aprender.
• Generalizan con más facilidad sus adquisiciones educativas y aumentan sus probabilidades de un ajuste social mejor a largo plazo.
• Tienen más posibilidades de éxito cuando acceden a programas de orientación profesional y vocacional, o cuando se incorporan al mundo laboral.
• Parece que lo mejor es la integración en escuelas ordinarias de manera que se asegure la igualdad de oportunidades y se evite el estigma de la segregación, además del beneficio que supone la escolarización normal con niños de su edad.
Como vemos, aún queda mucho que hacer por la inclusión educativa de este alumnado, pues no toda la teoría se encuentra en la práctica, pero sin duda, la inclusión es un proceso que sí se puede conseguir.

Bibliografía:
Crespo Cuadrado, M. (2001). Autismo y educación. III Congreso “La Atención a la Diversidad en el Sistema Educativo”. Facultad de Psicología, Universidad de Salamanca, Instituto Universitario de la Investigación en la Comunidad (INICO).
Gallego, M. (2012). Guía para la integración del alumnado con TEA en Educación Primaria. Salamanca: Educación Primaria.

Hernández, R. & Sáinz, M. (2014). Barreras para la participación de las familias de alumnado con trastorno del espectro autista en centros preferentes. Madrid: Facultad de educación.

Rodríguez Ortiz, I. R.; Moreno Pérez, F. J.; Aguilera Jiménez, A. (2007): La atención educativa en el caso del alumnado con trastornos del espectro autista. Revista de Educación 2007; 344:425–445.

Velasco, C. (2007). Estructuración espacio-temporal de un aula específica de autismo. Revista Digital: Práctica Docente, 8, 1-11.

Zenteno-Osorio, S., & Leal-Soto, F. (2016). Los afectos en la experiencia de ser profesor de un estudiante diagnosticado con trastorno espectro autista. Pensamiento Educativo. Revista de Investigación Educacional Latinoamericana 2016, 53(1), 1-14

EL TEST DE SALLY Y ANNE: TRES DÉCADAS DE DESCUBRIMIENTOS

EL TEST DE SALLY Y ANNE: TRES DÉCADAS DE DESCUBRIMIENTOS

Seguro que en alguna ocasión te has encontrado en alguna situación en la que los demás se han comportado de forma impredecible, extraña, o lejos del comportamiento que tú esperabas. ¿Cómo te sentiste? Quizás confuso/a, nervioso/a, enfadado/a o incluso asustado/a.

Fácilmente esas son las emociones que afloran ante la impredictibilidad. Desde muy pequeños nuestro cerebro intenta predecir el comportamiento de los demás, algo sumamente adaptativo, pues a través de esta habilidad, que además continuamos desarrollando a lo largo de toda la vida, podemos adelantar consecuencias, calcular nuestros actos, esquivar engaños… y engañar.

Pero, ¿cómo se desarrolla esta capacidad? A partir de los 4 años aproximadamente, el niño neurotípico puede entender que los demás tienen pensamientos, intenciones y deseos que no son los suyos, y que además, actuará conforme a ellos. Es lo que llamamos Teoría de la Mente (ToM en adelante).

Los niños con autismo, sin embargo, no adquieren esta habilidad con la misma facilidad. Esto es, no entienden espontáneamente que los demás están pensando y sintiendo de forma diferente a la propia. Entonces, esas emociones de las que hablábamos líneas más arriba surgen en multitud de circunstancias, sumiéndoles en un mundo incomprensible e imprevisible, algo que contribuye a su aislamiento. No entienden las reacciones de sus compañeros, familiares, o maestros, los cuales, a su vez, no les entienden a ellos.

Las consecuencias visibles cambian en función de cada persona. Puede ser un berrinche, un deseo de escape de la situación, un llanto, una crisis de ansiedad, una necesidad de inmodificabilidad del ambiente, o simplemente un silencio e inmovilidad persistente…. Todas reacciones lógicas, ante tal incomprensión del entorno.

Las investigaciones sobre la ToM han sido muchas en los últimos años, y hoy conocemos que aunque los niños TEA tardan más en adquirirla, al llegar a la edad adulta sí que la han desarrollado.

El origen de todas las investigaciones recae en una prueba específica, de la que hablaremos en este artículo. Se trata del Test de Sally-Anne, o tarea de “creencia falsa”, diseñada por Barón-Cohen y cols (1985), la cual, como veremos, ha generado multitud de investigaciones y conocimiento.

En el experimento, cada niña o niño observan la representación de una historia en un teatrillo de títeres. Sally tiene una cesta y Anne tiene una caja. Sally coloca una canica en su cesta y se marcha de la habitación. Cuando Sally se va, Anne saca la canica de la cesta y la coloca en su caja. Por último, Sally vuelve a la habitación. Entonces se le pregunta a cada niña o niño: “¿dónde buscará Sally su canica?”

Para realizar una buena ejecución, es necesario que el niño evaluado se dé cuenta de que el primer personaje (Sally) tiene una creencia falsa respecto a la situación mostrada (ella no sabe que Ana ha cambiado la pelota) y es necesario que distinga ésta de su propia creencia sobre la verdadera localización de la canica, es decir, es imprescindible que se ponga en el lugar de Sally.
En esta prueba original, los niños neurotípicos hasta 4 años dirán que Sally buscará la canica en la caja, pues no tendrán en cuenta otro punto de vista distinto al suyo. Piensan que lo que ellos saben es lo que todo el mundo piensa y sabe. Sin embargo, el 80% de los niños TEA no superaron la prueba.

Las investigaciones a partir de este test no han cesado. Por ejemplo, se sugirió que el mal rendimiento podía deberse a un déficit en la comprensión de la ficción, y no en a ToM (Leslie & Frith, 1988). Entonces se recreó el Test utilizando personas reales en un escenario real en vez de muñecos para representar la situación. El resultado fue que sólo cinco de dieciocho niños autistas de entre cuatro y doce años lograron superarlo con éxito.

Pero hay más. En 2010 los psicólogos Kovács, Téglás y Endress pusieron a prueba la comprensión de las creencias de bebés de sólo siete meses. Se les expuso a una animación en la que un personaje parecido a un Pitufo observa cómo una pelota rueda sobre una mesa. En una de las escenas, la pelota rueda hasta quedar escondida detrás de un rectángulo mientras que en otra sigue rodando hasta desparecer de vista. Luego de familiarizar al bebé con la situación, se le muestra al Pitufo observando a la pelota rodar hasta detrás del rectángulo pero luego se retira y en su ausencia la pelota sigue moviéndose hasta irse de escena.
Según Science, la gran mayoría bebés se quedaron mirando más tiempo cuando el Pitufo iba a buscar la pelota ausente. Ya que el tiempo de atención de la mirada es interpretado como un signo de un hecho inesperado, concluyeron que los bebés se sorprendieron tal como el Pitufo de la ausencia de la pelota, adoptando ese punto de vista y no el propio.

Las investigaciones a partir del original Test de Sally Anne, como vemos, no dejan de ofrecernos conocimiento acerca del funcionamiento de la mente autista, y seguirá haciéndolo en los próximos años.

Bibliografía.
Baron – Cohen, S., Leslie, A. M. & Frith U (1985). Does the autistic child have a theory of mind? Cognition, 21, 37 – 46.
Cererols, R. (2010). Descubrir el Asperger. Pairal.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2004). Desarrollo psicológico y educación. 1. Psicología evolutiva. Psicología y Educación. Alianza Editorial.
Méndez García, M. I (2011) La Evaluación de las Habilidades Básicas del Aprendizaje (ABLA) y la “Tarea de Anne y Sally” en la Teoría de la Mente. Universidad de Almería.
Avis López, G (2016) “Más allá de la falsa creencia de Anne y Sally: revisión de las tareas mentalistas en las investigaciones sobre Teoría de la Mente”. Universidad de Salamanca.

CEGUERA PARA EL CONTEXTO: ¿REALMENTE CARECEN LAS PERSONAS TEA DE TEORIA DE LA MENTE?

Al preguntarnos sobre las causas subyacentes al autismo, esas que provocan ese comportamiento peculiar que se ve, la “punta del iceberg”, resuenan en nuestra cabeza diferentes teorías como la Disfunción Ejecutiva, que demuestra una alteración del lóbulo frontal, la Teoría de la Coherencia Central Débil, que postula un estilo de procesamiento de la información fragmentado, y la Teoría de la Mente, según la cual las personas TEA carecen de habilidades mentalistas.

Sin embargo, y aunque todas estas teorías nos dan una valiosa en cuanto a la comprensión del funcionamiento cognitivo de estas personas, son aún piezas de un rompecabezas incompleto.

Existe un estrato todavía inferior que influiría y sería influenciado por esas teorías. Esta idea cobró fuerza a partir del recuente hallazgo de que los adultos con autismo sí cuentan con Teoría de la Mente, obteniendo buenos resultados incluso en las pruebas más avanzadas (Roeyers A.O., 2001; Chevallier A.O., 2010; Spek, 2010; Begeer A.O., 2010)

Además, y a pesar de las dificultades en la vida real, en pruebas de laboratorio consiguen buenos resultados en pruebas de flexibilidad cognitiva (Geurts a.o., 2009), y cuando reciben instrucciones claras, no hay problemas con los cambios de entorno (Poljac a.o., 2009; 2010).
Entonces, ¿por qué esa diferencia de rendimiento? ¿qué diferencia las pruebas de laboratorio de las situaciones cotidianas? Podemos sintetizar las principales diferencias de la siguiente manera:

De todas estas variables, la última adquiere especial importancia. Efectivamente, el contexto desempeña un papel crucial a la hora de percibir rostros, reconocer emociones, resolver problemas sociales, percibir los matices comunicativos y permitir flexibilidad en el pensamiento y comportamiento.
Es decir, a la hora de entender el mundo que nos rodea, nos guiamos por el contexto, sobre todo cuando estamos ante un input incompleto o ambiguo, precisamente las situaciones en las que las personas TEA encuentran mayor dificultad.

Por todo ello, adquiere fuerza la Teoría de la Ceguera Contextual (Peter Vermeulen, 2007), basada en la expresión de Uta Frith “ceguera al contexto”. Vermeulen define esta ceguera al contexto como la ‘habilidad reducida para utilizar el contexto espontáneamente, y para dar significado a los estímulos, sobre todo los muy vagos, ambiguos, nuevos o abstractos’.

El problema central es que las personas TEA utilizan un pensamiento absoluto en un mundo que es relativo. En la vida cotidiana todo depende del contexto en que se encuentre, nada tiene un significado inmodificable, ni siquiera las expresiones faciales.

Observemos cómo cambia el significado de la siguiente imagen según si la presentamos descontextualizada o dentro de un contexto:

Ahora intentemos contestar a las siguientes preguntas:

¿Qué significa que alguien levante la mano?
¿Qué significa que alguien te sonría?
¿Qué pones en tu maleta cuando te vas de vacaciones?

La respuesta inmediata es “depende”. Entonces, ¿qué es un comportamiento socialmente adecuado? Es, ni más ni menos, que un comportamiento contextualmente adecuado.

Esto conlleva una serie de implicaciones educativas y nos señala algunos errores que, sistemáticamente, se están cometiendo en la atención a estos niños, pues, aunque les ayuda en el desarrollo temprano de una Teoría de la Mente, no mejora el estrato más profundo: la ceguera contextual.
En primer lugar, no solemos ver caras de forma contextualizada en la vida real. Por ello, una de las áreas más populares dentro de los programas específicos en alumnos con TEA, la educación emocional, comete un error metodológico al basarse en meras imágenes de expresiones faciales: aunque estos materiales pueden ayudarles a aprender rutinas sobre diferentes emociones, no le ayudan en el reconocimiento de esas emociones en la vida real. No podemos olvidar en la intervención con este alumnado que tan importante es la expresión facial como otros aspectos como son el lenguaje corporal, tono de voz, la situación concreta, etc. De hecho, es posible predecir el estado de ánimo de una persona sin ver su rostro. (Por teléfono, por ejemplo).

Otro error ampliamente difundido es intervenir en la enseñanza de habilidades sociales desde la premisa de que el gran problema en el TEA es la carencia de habilidades sociales (qué hacer y de qué manera), en lugar de estas aplicación de esas habilidades (saber dónde y cuándo hacerlo). Podemos “entrenar” al alumno TEA en la práctica de reglas y guiones sociales, pero no será más que un adiestramiento. La investigación ha demostrado que la dificultad de las personas con TEA de alto funcionamiento no está en el desconocimiento de esas reglas, sino en su aplicación a contextos cambiantes o al hacer excepciones. Podemos enseñarles cómo iniciar una conversación o guardar turno de palabra, pero seguirá siendo un aprendizaje rígido y artificial si no lo enseñamos aplicándolo a diferentes contextos (desde hablar con un desconocido mientras se espera su turno en el dentista, a conversar con nuestro grupo de amigos).

Terminamos resumiendo la necesaria mejora en la intervención con estos niños en tres puntos:

 

 

 

 

Bibliografía:
– Vermeulen, P (2012). Autism as context blindness. AAPC publishing
– Castejón Costa, Juan Luis (coord.). (2016). Psicología y Educación: Presente y Futuro. Alicante: ACIPE..
– Rodríguez Hernández, N. (2017) Programa de entrenamiento en habilidades emocionales: Un estudio de caso con un niño con TEA en su medio escolar. UOC. Barcelona.
– Asociación española de Profesionales del Autismo http://aetapi.org/
www.sinteno.es

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METODOLOGÍA TEACCH EN EL HOGAR

METODOLOGÍA TEACCH EN EL HOGAR

Sabemos bien que la escuela no es el único agente que educa, la intervención de la escuela queda incompleta si en el hogar no se actúa de forma coherente. La metodología TEACCH puede representar un nexo de unión entre ambas instituciones, familia y escuela, dotando de esa coherencia la intervención educativa, y optimizando el equilibrio emocional del alumnado TEA. Esta metodología, de la que en otras ocasiones hemos hablado (podéis dirigiros a este enlace) trata de fomentar la autonomía personal y social de las personas con TEA tanto en la escuela, como en el hogar y en la comunidad.

Así, la organización TEACCH de ambientes estructurados, predecibles y fijos que encontramos en muchas aulas y centros podemos extrapolarla a nuestro hogar, a fin de hacer más predecible el día a día de estas personas y favorecer el desarrollo de hábitos de trabajo autónomos.

Dependiendo de las posibilidades de cada hogar, podemos construir ambientes TEACHH más grandes o más acotados. Puede ser su dormitorio, la sala de estar, la sala de estudio, varios de ellos o simplemente un rincón de la casa. En todos los casos, facilitaremos significativamente en nuestro familiar TEA esa capacidad de predecir y estructurar el mundo tan necesaria para un correcto desarrollo, además de hacerlos más eficaces y autónomos en sus tareas diarias y en su trabajo escolar.
El abanico de opciones es inmenso. Expondremos, a modo de ejemplo, cómo estructuraríamos un salón convencional bajo esta metodología. Debemos tener en cuenta que es sólo una propuesta ejemplificadora, y que para cada caso la organización será distinta en función de las necesidades, características y preferencias de cada persona, familia y hogar.
Estructura espacial.

Podemos llevar a nuestro hogar una organización por rincones parecida a la que encontramos en las aulas. Cada rincón debe estar convenientemente señalizado a través de pictogramas y líneas que delimiten el espacio. Es importante tener en cuenta que el salón debe tener una decoración escueta, sobre todo si existen problemas de atención, a fin de evitar su confusión y propiciar que se centre en lo verdaderamente relevante de la situación.

Podemos contemplar rincones como los siguientes:

– Rincón de comedor: debe ser un espacio limitado en el que, de forma clara, informemos de la actividad que allí se realiza, pudiendo además reflejar algunas normas o información de lo que vamos a comer en forma de pictogramas. pictogramas teacch Sevilla
– Rincón para Juego y ocio: un lugar debidamente señalizado donde colocar sus juguetes, videoconsola…
– Rincón de trabajo e investigación, con componentes como una estantería de libros, un PC, mesa de trabajo etc. Debe ser simple y libre de distractores, a fin de maximizar su capacidad atencional.
– Rincón de Relajación: sofá, alfombra, pufs, objetos de apego… se trata de construir un lugar tranquilo sin estímulos excesivos al que pueda acudir cuando se sienta cansado o sobrepasado.

Organización temporal:

A través de planificadores temporales y horarios concretamos algo tan abstracto como la rutina temporal. Esto da estructura a su mundo, favorece el desarrollo de la noción temporal y minimiza la ansiedad de no ser capaz de prever lo que ocurrirá a continuación. Podemos utilizar, por ejemplo:

– Horarios y agendas. Dan pistas visuales sobre las actividades que se van a producir, qué se hace en cada momento, dónde, y en qué orden. También puede contener la fecha, el tiempo meteorológico u otra información. Una buena idea es utilizar un tablón y, mediante velcro, disponer la secuencia en pictogramas para cada día, de izquierda a derecha, o de arriba a abajo. Pero, dependiendo del nivel de desarrollo de cada persona, también podemos utilizar las agendas “Primero-Entonces” (del inglés First/then), que se limitan a indicar lo que se está haciendo ahora y lo que se hará justo detrás. pictogramas teacch Sevilla

– Planificadores o sistemas de trabajo: le comunican la secuencia a seguir de una actividad concreta, enfatizando el concepto de “tarea finalizada”. Podemos organizarlo de arriba abajo, o de izquierda a derecha, utilizando bandejas, corchos o cestas. El contenedor de la izquierda es para la “tarea a realizar” y el contenedor de la derecha es para la “tarea acabada”. Por ejemplo, en el rincón para comer, el contenedor derecho debe contener un elemento que simbolice cada paso a seguir: poner la mesa, sentarnos a comer, levantarnos y recoger. Este elemento puede ser una parte de un objeto, un objeto en miniatura, una fotografía, un pictograma…

estanteria teacch Sevilla
Autoría imagen: Yenifer Noemí Gómez Díaz
Por último, no olvidemos que una de las principales características de la metodología TEACHH es que sus apoyos deben poderse ir retirando gradualmente, o sustituyendo en función de los objetivos a conseguir. Esta flexibilidad, que debemos tener en cuenta desde el primer momento, posibilita el avance en el desarrollo y evita el anclaje y dependencia de los apoyos que brindemos.

Como vemos, las posibilidades de esta metodología son infinitas y traspasan el centro educativo, siendo idónea para la educación de personas con multitud de condiciones y características.



Procedencia de los Pictogramas: ARASAAC

– Alvarez, R. Organización del aula y diseño de actividades según el modelo TEACCH. Estrategias de intervención en Trastornos del Espectro Autista. Federación de Autismo Andalucía. Recuperado de: plataforma.cepmarbellacoin.org/moodle/file.php/141/ROSA_ALVAREZ/Resumen_TEACCH.pdfRamasco, M. T. (2014). Bases de un programa de intervención en niños con TEA: Desarrollo de conductas comunicativas preverbales. Recuperado de: http://uvadoc.uva.es/handle/10324/7208
– Mesibov, G. & Howley, M. (2010). El acceso al Currículo para alumnos con Trastornos del Espectro del Autismo: Uso del Programa TEACCH para favorecer la inclusión. Ávila: Autismo Ávila.
– Acribio (2015). Colección de Actividades Método TEACCH y Guía de Trabajo. Blog Imágenes Educativas. Recuperado de: http://www.imageneseducativas.com/coleccion-deactividades-metodo-teacch-y-guia-de-trabajo

EL DESARROLLO DEL LENGUAJE PRAGMÁTICO COMO BASE PARA LA ADQUISICIÓN DE UNA TEORIA DE LA MENTE

¿Qué es aquello que nos distingue de otras especies?

Ante esta pregunta, con frecuencia pensamos en el lenguaje, ya que es lo más fácilmente observable. Sin embargo, este es sólo la punta del iceberg. Existe otra habilidad subyacente aún más importante, pues permite el desarrollo lingüístico: la teoría de la mente. En este artículo pretendemos explicitar la relación entre ambos, así como la importancia de trabajar la función social del lenguaje, como base del desarrollo de habilidades mentalistas.

Para comunicarnos con los demás de forma correcta, disponemos de una habilidad llamada pragmática, o uso social del lenguaje. Gracias a ella podemos comunicarnos de forma flexible, dependiendo de la situación en la que nos encontremos. Por ejemplo, no hablamos de la misma manera si nos encontramos hablando a nuestro público como ponente, que si disfrutamos de un café relajadamente con nuestros amigos.
Pero, ¿qué pasa cuando esta flexibilidad se ve afectada? En estos casos, las diversas habilidades pragmáticas se vuelven rígidas, alterando el uso social del lenguaje, y comprometiendo las habilidades sociales y comunicativas. Es la “ceguera mental” de la que habla Baron-Cohen (1995).

Las habilidades que pueden estar alteradas son diversas:
Cinética y expresión facial: uso y comprensión de los gestos;
Proxémica: uso de la distancia y del espacio al interactuar con los demás;
Intención o propósito de la comunicación;
Mantenimiento de la mirada en nuestro interlocutor (mirada recíproca);
Facultades conversacionales como el intercambio de turnos;
Variación estilística de nuestra habla a los diferentes interlocutores;
Presuposiciones sobre lo que ya sabemos o presuponemos que el interlocutor sabe.
Topicalización: introducir temas, mantener o cambiar un tema…
Solicitar o proporcionar aclaraciones.

Este desarrollo pragmático es el resultado de otra habilidad humana menos visible directamente: la Teoría de la Mente, la cual es adquirida en torno a los 4 años, y nos permite identificar e interpretar sentimientos, creencias, deseos y pensamientos en nosotros mismos y en otras personas. Es, en definitiva, la capacidad para “ponerse en el lugar del otro”, y así comprender por qué los demás actúan como actúan, lo cual es indispensable para cooperar, comunicar, y también engañar y evitar ser engañados.

El déficit en la Teoría de la Mente, y en su manifestación más inmediata, el lenguaje pragmático, explican en gran medida las dificultades que presentan las personas con TEA en el área social. Por ende, una importantísima vía para desarrollar la Teoría de la Mente en estos niños es el trabajo de los aspectos pragmáticos de lenguaje, especialmente los más afectados en el espectro TEA (Flores y Belinchón, 1995, Rivière, 1996):

Turno de palabra: para que funcione la alternancia, es necesario que quien escucha monitorice el discurso de su interlocutor a fin de predecir cuándo va a comenzar su turno, a través de claves como la prosodia, cualidad interpretativa que se encuentra afectada en el TEA y que necesita enseñanza explicita.
Inicios de conversación: para introducir un tópico o tema de conversación es necesario primero saber qué se quiere decir y cómo se puede decir, identificar en qué momento la atención del interlocutor está en disposición receptiva, y el grado de interés en la conversación. Es necesario entonces trabajar los indicadores clave que nos lo indican: contacto ocular, marcadores no verbales etc.
Lenguaje figurado: metáforas, dobles sentidos, ironía, significados implícitos y formas de cortesía pueden convertirse en fuertes barreras comunicativas para las personas con TEA, y que en el aula nos aleja de este tipo de alumnado, pues al faltar un referente lógico claro y transparente, el niño desconecta de la coherencia del discurso. De nuevo es preciso comprender la mente del otro para participar en el intercambio, ya no solo de ideas, sino también de emociones, lo cual lleva a la necesidad de una enseñanza interpretativa del lenguaje, no de lo que se dice, sino de lo que se quiere decir.
Identificar y comprender emociones a través de sus formas de expresión verbales y no verbales en otras personas, y a través de los sentimientos que él mismo experimenta.
– Comprensión de verbos mentalistas trabajar el entendimiento de verbos como “pensar” o “imaginar” como vía para descentrar su pensamiento.

Este es un aprendizaje que deberá ser adaptado de forma individualizada, pues el espectro autista se manifiesta de forma diferente en cada persona, además de influir otras variables como son el nivel cognitivo, atencional o punto de desarrollo en el que se encuentre. No obstante, algunos objetivos generales pueden ser:
– Identificación de objetos y personas
– Seguimiento de instrucciones y órdenes.
– Desarrollo de la capacidad de nombrar y describir.
– Desarrollo de la expresión de necesidades, deseos, órdenes e ideas.
– Capacidad de responder y formular preguntas.
– Capacidad de secuenciación, primero de forma gráfica, y posteriormente como forma de presentación de sus experiencias.

En definitiva, la enseñanza explicita de aquellas competencias para percibir e interpretar los detalles de la comunicación puede ser la base para la capacidad de aprender de los demás, y poder de esta manera enfrentar con mayor éxito situaciones cada más complejas.

Bibliografía:
Flores, V. y Belinchón, M. (1995) La incompetencia pragmática de personas con autismo y sindrome de Down: problemas de comprensión de actos de habla indirectos. En Actas del VIII Congreso Nacional de AETAPI. Murcia.
Belinchón, M. (1999) Lenguaje no literal y aspectos pragmáticos de la comprensión. En: de Vega M. y Cuetos, F. (Coord.) Psicolingüistica del español. Madrid: Trotta.
Escavy, R (2013) La dimensión pragmática y la teoría de la mente. Revista de Investigación Lingüística, nº 16 (2013); pp. 11-42 ISSN: 1139-1146 Universidad de Murcia
Valdez, D (2001)Teoría de la Mente y espectro autista. Instituto de Terapia Cognitiva INTECO – Santiago de Chile.

ESTILO COGNITIVO VISOESPACIAL Y METODOLOGÍA TEACCH EN EL AULA

«Mi mente es completamente visual. Yo pienso en imágenes, no pienso en palabras. Las imágenes son mi primer idioma y las palabras el segundo”
(Temple Gradin, 1988)

Una de las áreas de funcionamiento con un desarrollo cualitativamente diferente identificadas por Frith (2004) en las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista) es su estilo visual de procesamiento de información, en detrimento del uso del lenguaje. Esto hace que sean muy eficaces en tareas que requieran análisis y memoria visoespacial, y se traduce en el aula en una mayor facilidad para comprender la información visual y secuencial, que aquella presentada de manera auditiva y temporal.

Esta capacidad visoespacial es extraordinariamente aprovechada a través del método TEACCH. Su autor, Eric Shoppler, se propuso prevenir la institucionalización innecesaria de los niños y niñas TEA que imperaba en los años ’70, para lo cual ideó un método que les enseñaba a vivir en sociedad, partiendo de la una comprensión profunda de las dificultades neurológicas del alumnado con TEA, con la importantísima finalidad de poder adaptar el entorno de acuerdo a esas características, a fin de que puedan desarrollarse de la mejor forma posible.

Desde entonces, este método ha sido utilizado de forma creciente en contextos específicos de educación especial, aunque en la actualidad también se utiliza de manera habitual en entornos inclusivos, ya que se considera que puede ser beneficioso para todo el conjunto de alumnado (Benton y Johnson, 2014).

Es un método con unos principios educativos básicos, que según Aguirre, Álvarez, Angulo y Prieto (2008) son:

  1. Fortalezas e intereses. Todos tenemos unas inteligencias más desarrolladas que otras, pero el alumnado con TEA puede tener “temas-foco”, de excepcional interés para él. El objetivo del docente es identificar y utilizar esos puntos fuertes como palanca para el aprendizaje. Contemos dinosaurios en lugar de manzanas, si ese es su interés, o permitamos una mayor profundización en un tema concreto, a través de proyectos de investigación personales, que podemos “enganchar” posteriormente a los objetivos y contenidos del currículo.
  2. Evaluación cuidadosa y constante. Tras la evaluación inicial para conocer el punto de partida, se debe realizar una evaluación diaria, no solo del alumnado, sino también de nuestra intervención. Es lo que acertadamente Antonio Márquez Ordoñez denomina NeAula en la entrada de su blog.
  3. Apoyo para comprender el sentido/significado. Cualquiera que no entendiese el sentido de aquello que se nos pide, sentiríamos una profunda inquietud y ansiedad. Así es como se sienten estos alumnos, y podemos solventarlo utilizando apoyos visuales y/o manipulativos que les ayude a comprender ciertos mensajes.
  4. Colaboración con los progenitores. Las familias son quienes mejor conocen a sus hijos, y a veces consiguen objetivos que no han sido logrados por otras vías. Por ello, hemos de apoyarles y dejarnos apoyar por ellos, creando una coherencia educativa entre familia y la escuela, a través de todos los cauces que el centro brinde en su Proyecto Educativo.

Como vemos, si algo caracteriza a este método, es la estructuración visual, entendida en sentido amplio. Así, estructuramos el tiempo, el espacio y la metodología:

  1. La organización física del ambiente. La organización espacial del aula tiene que estar organizada con sentido, con límites físicos diferenciados y con apoyos visuales (pueden servir líneas, pictogramas, imágenes…) De esta manera, el niño responderá con mayor autonomía, ya que tendrá más claro que es lo que se espera de él. Podemos organizar el aula en zonas diferenciadas: área de trabajo uno a uno, área de trabajo independiente, de trabajo cooperativo, de pausa/juego…
  2. Horarios visuales o paneles de anticipación que presenten la secuencia diaria, mensual o anual. El formato de presentación admite mucha flexibilidad, y lo tendremos que adaptar al alumno en concreto. Son frecuentes los tableros con velcro, en disposición horizontal, vertical o incluso radial, o en formato de cajas autocontenidas.
  3. Metodología que posibilite el trabajo autónomo. Por ejemplo, en caso de alumnos que no tienen claro dónde encontrar la tarea y que se mueven sin rumbo de un lado a otro, se puede implementar un sistema de trabajo con orientación izquierda a derecha, ordenado por colores o números.
  4. Materiales estructurados visualmente, que muestren a los alumnos los pasos que deben llevar a cabo. Es conveniente tener en cuenta:
  • Que pueda retirársele el apoyo progresivamente, de forma que contribuya a su evolución. Por ejemplo, el objetivo de clasificar los colores lleva a otro objetivo que es aprender los nombres de los colores; entonces una vez aprendidos, debe poder retirársele la ayuda.
  • Deben ser manipulativos, y permitir su adaptación según el grado de desarrollo psicomotriz (primero objetos más grandes, luego más pequeños…)
  • Deben ofrecer información visual, indicando el propio material el que se debe hacer con él, en cuál orden y cuando finaliza la tarea
  • Uso de velcro como apoyo especialmente útil, ya que da la posibilidad que el niño manipule el trabajo de forma independiente, pudiéndolo reutilizar, introduciendo nuevos elementos…
  • La atención emocional es especialmente en estos niños, que tienen dificultades para expresar sus emociones y comprender las de los demás. Así, proporcionaremos medios como el termómetro emocional para que nos indique su estado en un momento determinado.

Como vemos, las posibilidades de las esta metodología son muy extensas y especialmente beneficiosas no solo para el alumnado con trastorno de espectro autista, sino para un amplio abanico de alumnado, desde niños en etapa de educación infantil hasta diversos trastornos del desarrollo.

Bibliografía:

  • Pérez, E (2017). Aulas inclusivas. Altaria. Barcelona.
  • Baron-Cohen, S. (2010): Autismo y Síndrome de Asperger. Madrid: Alianza Editorial.
  • Guerrero F y Zaragoza A (2017). El hombre que recogía monedas con la boca. Una visión diferente del autismo. Málaga. Aljibe.
  • CEJA (2008): Manual de atención al alumnado con Trastornos Generales del Desarrollo. Sevilla.
  • Hernández, J.M. et Al (2007). Déjame que te hable de los niños y niñas autistas de tu escuela. Madrid. Teleno.
  • Frith,U (2004). Autismo: hacia una explicación del enigma. Alianza.
  • Rivière, A. (2001). Orientaciones para la intevencion educativa. Trotta.

 

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